Aquí, en una banca como esta, todos los días después del crepúsculo, se sentaba el vendedor de sueños. Su aspecto era como el de cualquier otro que ocupara los asientos de la plaza; lo que lo diferenciaba era un pequeño maletín, un maletín como este en donde guardaba su mercancía.
Como ustedes saben hay solamente dos tipos de sueños: los profundos y los livianos. Pero eso no es lo que importa, lo importante, lo caro, son los aderezos.
Sin importar que fueran profundos o livianos, un sueño podía ser dulce y reparador. O apacible, o fugaz, o delicioso, o tierno, o desenfrenado, o extraño, o divertido, o erótico. En fin cada sueño era como un traje y se adaptaba al gusto de cada cliente.
Así, cada noche venía la gente de los alrededores a comprar su sueño con los aderezos más insospechados. Sueños que los convertían por un instante tal vez en otras personas.
Una noche se acercó una mujer de aspecto normal, sencillo más bien, y se sentó al otro lado del banco. El la miró sin detallarla y no le pareció una cliente potencial así que la ignoró. Al rato, después de que casi todos sus clientes habituales se habían ido, la mujer le preguntó de pronto.
— ¿Tiene ilusiones?
El vendedor, al ver el aspecto común de aquella mujer, tardó en responder.
—Si. —le dijo finalmente.
—Quiero una.
—Son caras.
—Lo sé.
—Cuando digo caras me refiero a que son realmente caras —le dijo el vendedor volviendo a repasar el aspecto de la mujer.
—Quiero una –dijo la mujer y le entregó un manojo grande de billetes.
Ante aquella convicción, abrió despacito el bolsillo pequeño del maletín donde guardaba las ilusiones.
—Tengo que guardarlas así, usted sabe, son muy escurridizas —explicaba mientras desataba tres pañuelos.
Extrajo una con mucho cuidado y la colocó en la mano extendida de la mujer.
—Atrápela con las dos manos. Y tenga cuidado, no se la vaya a volar el viento. Ja. Imagínese, una ilusión volando por ahí... Uno no sabe a quién va a atropellar.
Pero a la mujer no le hizo gracia el chiste, apretó su ilusión entre las manos como le había indicado el vendedor y se fue.
Al vendedor le dio mucha curiosidad que alguien como ella comprara una ilusión. Ya había terminado su trabajo por hoy y no tenía nada que hacer así que decidió seguirla. Después de caminar un largo trecho llegó hasta una casa un tanto vieja y abandonada donde ella entró. Cuidadosamente se asomó por la ventana y vio una habitación en la que no había muebles, ni cuadros y la luz era más bien poca. La mujer tomó cuidadosamente la ilusión que recién había comprado y la depositó en un matero que había en el centro de la habitación. Inmediatamente comenzaron a crecer flores hasta formar un ramo grande de diferentes colores. La mujer se sentó entonces en el piso a contemplarlas mientras comía un pedazo de pan que sacó de un bolsillo.
Ahí estuvo sentada un largo rato, sonriente, sin hacer otra cosa que mirar las flores y comer pan.
Aburrido ya, el vendedor decidió regresar a su casa. Al día siguiente volvió la mujer y compró sin protestar otra ilusión. Y al día siguiente otra y luego otra durante dos semanas.
—Luce cansado. ¿Quiere ir a mi casa? —le preguntó la mujer de pronto con aquella sonrisa amplia con que la recordaba haberla visto la primera vez mirar las flores mientras comía el pan.
—Todavía tengo que hacer —se excusó él— Me faltan algunos clientes importantes que están por venir. Usted sabe, los negocios. Tal vez otro día. Gracias.
Al día siguiente la mujer no fue. Pero al siguiente tampoco y al siguiente tampoco. Y pasó toda una semana y la mujer no apareció.
Decidió entonces volver donde vivía la mujer. Se dio cuenta de que iba casi corriendo, pero no le importaba. Quería saber. Quería ver a aquella mujer.
Cuando llegó, se asomó por la ventana y todo había cambiado. En la habitación habían muebles y cuadros colgados en las paredes. Una coloridas cortinas adornaban las ventanas y se respiraba un fresco olor a hogar.
La mujer, sentada a la mesa adornada con muchas comidas, parecía alegre y contenta. Se le ocurrió entrar. ¿Por qué no? Una vez lo había invitado.
Mientras lo pensaba, vio cuando un hombre salió de la cocina con dos tazas de café y le entregaba una a ella. Ambos reían por algo que ella dijo.
Decidió retirarse. De inmediato se dio cuanta que en el apuro había dejado en la plaza el maletín de los sueños. Corrió rápidamente esperando que nadie lo hubiera encontrado.
Cuando llegó, lo encontró. Afortunadamente nadie lo había visto.
Abrió con avidez el pequeño bolsillo donde guardaba las ilusiones y desamarró los tres pañuelos. Esperaba encontrar una pequeña ilusión para colocarla aquí en el bolsillo del corazón y que en su vida crecieran flores.
Pero no encontró nada. Ya no quedaba ninguna.
Y vio como arriba comenzaba a apagarse la luna mientras un viento frío empezaba a azotar su humanidad. Comprendió entonces que un hombre triste y solitario es sencillamente aquel a quien ya se le acabaron todas las ilusiones. Juan Ramón Pérez
El vendedor de Sueños
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Malditos Ojos
Baja las escaleras apresuradamente y sale de casa a la misma hora como cada día. La temperatura como corresponde a un duro día de invierno hoy es extrema, y el frío y el viento cortan su cara a cada paso. Camina con paso firme mientras el vaho de su aliento empaña sus gafas de sol. Saluda educadamente a los vecinos que se cruzan a su paso, pero sus gafas oscuras camuflan una mirada desconocida hasta hoy para todos ellos.
El azar le ha hecho escoger una avenida abarrotada de gente. Todo lo tiene perfectamente planeado, no será difícil, lo ha preparado meticulosamente en su mente durante meses y nunca dudó que no fuera capaz de hacerlo. Desenfunda un arma camuflada en su gabardina, el gran día ha llegado mientras su corazón late con fuerza y el subidón de adrenalina actúa como una droga inhibiendo cualquier sentimiento de piedad.
Descarga todo su odio en cada detonación indiscriminadamente, borracho de sangre derrama a borbotones toda su maldad y la realidad se convierte en el gran escenario de su ira.
Gira sobre si mismo y apunta de nuevo, te descubre mirándolo y clava sus malditos ojos en los tuyos, son sólo décimas de segundos aunque a ti te parezcan una eternidad. Avanza rápido hacia donde te encuentras, no le importa que llores, ni quien eres, ni tu edad, ni tan siquiera a quien puedas dejar atrás.
Pasa todo demasiado rápido, pero el tiempo parece haberse detenido para ti y no tienes capacidad de reacción. Cierras los ojos para esconderte donde su mirada no pueda alcanzarte, mientras escuchas varias detonaciones y el golpe sordo de su cuerpo al caer. Anónimo
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El Túnel
Pasé una época de mi juventud en casa de unas tías
A raíz de la muerte de un señor íntimamente ligado a ellas
Cuyo fantasma las molestaba sin piedad
Haciéndoles imposible la vida.
En el principio yo me mantuve sordo a sus telegramas
A sus epístolas concebidas en un lenguaje de otra época
Llenas de alusiones mitológicas
Y de nombres propios desconocidos para mí
Varios de ellos pertenecientes a sabios de la antigüedad
A filósofos medievales de menor cuantía
A simples vecinos de la localidad que ellas habitaban.
Abandonar de buenas a primeras la universidad
Romper con los encantos de la vida galante
Interrumpirlo todo
Con el objeto de satisfacer los caprichos de tres ancianas histéricas
Llenas de toda clase de problemas personales
Resultaba, para una persona de mi carácter,
Un porvenir poco halagador
Una idea descabellada.
Cuatro años viví en El Túnel, sin embargo,
En comunidad con aquellas temibles damas
Cuatro años de martirio constante
De la mañana a la noche.
Las horas de regocijo que pasé debajo de los árboles
Tornáronse pronto en semanas de hastío
En meses de angustia que yo trataba de disimular al máximo
Con el objeto de no despertar curiosidad en torno a mi persona,
Tornáronse en años de ruina y de miseria
¡En siglos de prisión vividos por mi alma
En el interior de una botella de mesa!
Mi concepción espiritualista del mundo
Me situó ante los hechos en un plano de franca inferioridad:
Yo lo veía todo a través de un prisma
En el fondo del cual las imágenes de mis tías se entrelazaban como hilos vivientes
Formando una especie de malla impenetrable
Que hería mi vista haciéndola cada vez más ineficaz.
Un joven de escasos recursos no se da cuenta de las cosas.
Él vive en una campana de vidrio que se llama Arte
Que se llama Lujuria, que se llama Ciencia
Tratando de establecer contacto con un mundo de relaciones
Que sólo existen para él y para un pequeño grupo de amigos.
Bajo los efectos de una especie de vapor de agua
Que se filtraba por el piso de la habitación
Inundando la atmósfera hasta hacerlo todo invisible
Yo pasaba las noches ante mi mesa de trabajo
Absorbido en la práctica de la escritura automática.
Pero para qué profundizar en estas materias desagradables
Aquellas matronas se burlaron miserablemente de mí
Con sus falsas promesas, con sus extrañas fantasías
Con sus dolores sabiamente simulados
Lograron retenerme entre sus redes durante años
Obligándome tácitamente a trabajar para ellas
En faenas de agricultura
En compraventa de animales
Hasta que una noche, mirando por la cerradura
Me impuse que una de ellas
¡Mi tía paralítica!
Caminaba perfectamente sobre la punta de sus piernas
Y volví a la realidad con un sentimiento de los demonios Nicanor Parra
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La Metamorfósis
"Durante el día Gregor no quería mostrarse por la ventana, por consideración a sus padres, pero tampoco podía arrastrarse demasiado por los pocos metros cuadrados del suelo; ya soportaba con dificultad estar tumbado tranquilamente durante la noche, pronto ya ni siquiera la comida le producía alegría alguna y así, para distraerse, adoptó la costumbre de arrastrarse en todas direcciones por las paredes y el techo." Franz Kafka
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Historia de Julieta
Sin cesar, nos sentimos orgullosos de la utilidad del dogma de la otra vida; pretendemos que aunque fuese algo irreal, tendría sus ventajas, porque se impondría a los hombres y los conduciría a la virtud. A todo esto me pregunto si es cierto que este dogma convierte a los hombres en personas sensatas y virtuosas; me atrevo a afirmar, por el contrario, que los convierte en locos, hipócritas, malvados, desconfiados, irritables, y que encontraremos siempre más virtudes y mejores costumbres en aquellos pueblos que no tienen esas ideas, que entre los que las religiones han logrado consolidarse. Si aquellos que tienen la misión de enseñar y gobernar hubiesen tenido más inteligencia y virtud, gobernarían mucho mejor con realidades que con quimeras, pero siendo bribones, charlatanes y ambiciosos, siempre han tenido la tendencia a engañar a naciones enteras con fábulas y no la de enseñarles las verdades. Marquéz de Sade
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"Arrogante, irascible, extremista en todo, con una imaginación disoluta
que nunca antes había sido vista . . . ahí me tienes en un manicomio,
y mátame otra vez o acéptame como soy, ya que no cambiaré."
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El Tiempo
" Ese Tiempo es, en efecto, el que tiene que usar tod Teología o Física o Teofísica que quiera mantenerse fiel a la fe de Dios todopoderoso,y es también el Tiempo que el Poder trata de imponer a las poblaciones de la Realidad hasta en sus vidas cotidianas: un Tiempo, a saber, en que no hacen más que pasar cosas, pero donde en verdad no pasa nada, puesto que todo lo que pasa había ya pasado; un Tiempo, según la ideación científica y vulgar, que, como espacio que es, tiene regiones, una de Futuro y otra de Pasado, y eso a lo que se llama Presente (que también, sin embargo, como punto, queda incluído en el esquema) no es más que un trámite para trasladarse de una región hasta la otra, sea que se pase de lo Pasado a lo Futuro, o sea (lo mismo da) que lo Futuro pase a ser Pasado."... A. García Calvo
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Explosión
Necesitan representación propia, por separado, y de forma monótona, llegan al mismo fin, juntas o revueltas, conexiones y enlazamientos, pertubadoras y agobiantes, necesarias en la existencia misma, repudiadas e inaceptadas, adoradas por su fragilidad, Buscan y encuentran, disfrutan y aborrecen... dos caras, dos vidas, dos puntos, paralelas conjuntas...
Suavidad, Entendimiento, Compañia, Fragilidad, Sinceridad, Honestidad, Comprensión, Afecto, Seguridad, Respeto....
Hermosas, chocantes y sofocantes, su lado B.... la necesidad, un fin justo y esperado, cualidades esperanzadas rodean lo abstracto de un ser, de la existencia compartida y unida, privilegiadas por sobre todo, aún sin entenderlas...
palabras al viento unidas por un mismo camino... La Vida y La Muerte
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